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¿Cómo se adaptan los animales al frío?

Existe una estrecha relación entre la estructura del cuerpo de los animales y el medio en que naturalmente viven. Por ejemplo, las especies de sangre fría, como los peces y reptiles, generalmente habitan en climas cálidos, y obtienen del ambiente el calor que necesitan; las de sangre caliente, que tienen una distribución geográfica más amplia, poseen en su cuerpo grasa, plumas o pelos que sirven de aislamiento térmico para mantener una temperatura constante.

Cuando llega el invierno, numerosas especies de climas templados o fríos emigran, como las golondrinas, los chingolos y las focas de Groenlandia. Otras se refugian en cuevas y se mantienen en estado de letargo o hibernación, como es el caso de las marmotas, los erizos, osos, etc.

Los lagópodos (perdices blancas) sobreviven a las bajas marcas térmicas disminuyendo la temperatura corporal casi hasta el punto de muerte. Las ranas, los sapos y los escuerzos se refugian en escondrijos o se entierran en el banco durante el invierno. Algunos peces son incapaces de soportar temperaturas muy bajas; se esconden en los fondos lodosos y quedan inmovilizados hasta la primavera, como la tenca.

¿Dónde tienen sus crías los osos polares?

En climas muy fríos, ciertas especies, como los osos polares, construyen madrigueras para tener sus crías, paren en el verano y pasan todo el invierno en esas cuevas, que pueden tener entre 2 y 12 metros de longitud y varias cámaras comunicadas por túneles. Muchos animales emigran, con la llegada del invierno, a lugares cálidos y vuelven en verano, como algunas especies de aves (golondrinas). Las langostas, en cambio, casi nunca regresan al lugar de nacimiento. Los salmones, por ejemplo, demoran varios años en realizar sus migraciones.